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Morsa

 Morsa
(Odobenus rosmarus)




Características

En su aspecto, este mamífero es muy similar a las focas pero logra alcanzar dimensiones impresionantes. Los machos pueden medir 4 hasta 6 metros de longitud con un peso máximo de 1600 kg, aunque el peso usual es de 1000 a 1500 kg y el largo promedio es de unos 3.2 metros. Las hembras más grandes logran los 2.6 metros con un peso de 1250 kg. La piel es gruesa, su espesor es de dos a cuatro centímetros. La piel de los machos presenta a menudo grandes nódulos, que no aparecen en las hembras. Dado que aparecen en la época de la pubertad, parece ser que se trata de una característica sexual secundaria. El pelo recubre todo el cuerpo, a excepción de las aletas. Los machos mudan el pelo anualmente, entre junio y agosto, en tanto que las hembras pueden tardar aún más tiempo en mudarlo. La coloración cambia la tonalidad de acuerdo a la temperatura exterior. Cuando sale del agua fría la piel es gris pálida. Después que está afuera un tiempo se torna mucho más oscura. Esto se debe a que cuando se encuentra en un ambiente frío la circulación a la parte exterior disminuye, sirviendo de esta forma como aislante térmico.  

Tiene una cola muy reducida, una cabeza pequeña con un grueso labio superior erizado de grandes pelos. A las morsas de ambos géneros, le crecen de la mandíbula superior dos largos colmillos que pueden llegar alcanzar un metro de largo. . El macho tiene muy desarrollados los dientes caninos (colmillos) superiores, llegando a alcanzar los 50 centímetros. Estos formidables punzones de marfil les son de utilidad para anclarse en el hielo cuando descansan y para afirmarse al trasladarse sobre la congelada superficie, porque fuera del agua las morsas son un poco torpes. También los usan en las riñas con los de su propia especie. Aunque contra los terribles osos polares la confusión de la multitud en la manada es más efectiva. . Sus patas son cortas y adaptadas a la natación, terminan en cinco dedos con pequeñas uñas. Es torpe en tierra y muy ágil en el agua.

Algún terror psicológico le ha de causar el par de colmillos a los osos porque usualmente es a los jóvenes a los que atacan. Poco se sabe del peligro que presentan las orcas o ballenas asesinas pero definitivamente son un predador de la Morsa. Y como ya se sabe, nosotros los seres humanos, somos el peor enemigo de esta especie. Claro, eso es después que inventamos las armas de fuego porque los machos grandes pueden ser soberbios. Existen relatos de algunas morsas machos que cuando fueron heridos atacaron al bote donde viajaban sus cazadores.

Distribución

En las aguas frías aguas del Ártico y del Atlántico, donde los témpanos abundan, encontramos la Morsa. La Morsa es un animal principalmente marino. Se le ve en grupos, que pueden contar con 100 y hasta 1000 individuos, descansando sobre los témpanos de hielo cerca de la capa polar ártica, aunque la mayor parte del tiempo habitan aguas cerca de las costas, viéndose los grupos en las orillas rocosas. Prefieren estas aguas donde la profundidad es menos de 100 metros. Es un animal sociable con los de su especie. Algunas morsas llegan a recorrer 3.000 km en estos desplazamientos. Pasan el invierno en el mar de Bering y el verano en el mar de Chukchi.

Reproducción

Los machos alcanzan la madurez sexual entre los 8 y los 10 años, no suelen tener la oportunidad de aparearse hasta que alcanzan su pleno desarrollo físico (hacia los 15 años) y son capaces de enfrentarse con otros machos por las hembras y sus rugidos se escuchan a largas distancias. Los machos compiten por el territorio, y a menudo se enzarzan en combates: los vencedores se aparean con gran número de hembras. Las hembras, por su parte, alcanzan la madurez sexual a los 5 ó 6 años. Se aparean en el agua. Tras la fertilización, el óvulo se mantiene durmiente durante meses El período de gestación propiamente dicho es de 11 meses, pero pasan 15 ó 16 meses desde el momento del apareamiento hasta el parto.

Las hembras dan alumbramiento en abril y junio, después de una gestación de 15 meses. Dan a luz una sola cría en tierra o sobre bloques de hielo que pesa de 50 a 60 kg. y al cual la madre cuida con devoción por los próximos dos años. La cría nace sobre el hielo, recubierta de tosco pelaje que se le desprende a medida que crece. Se estima que la morsa tiene una longevidad de unos 40 años. Las hembras alcanzan la madurez a los cinco años y los machos a los siete, aunque normalmente ambos no llegan a criar hasta unos años después.

Alimentación

Su alimentación básica consiste de moluscos, almejas, crustáceos y peces, aunque pueden comer también otros invertebrados, como gusanos, gasterópodos, cefalópodos  que obtiene del fondo del mar buceando hasta profundidades de 90 m, ya que son capaces de permanecer media hora bajo el agua. Aunque también, especialmente los machos adultos, comen focas y jóvenes de su propia especie.

Depredadores

Los principales predadores de la morsa son el oso polar, y la orca. El oso polar es el peor enemigo, y es frecuente que se enfrenten; la morsa lleva la pelea al agua, donde el oso no tarda en morir asfixiado.

El hombre y la morsa

Cuando los europeos llegaron a los mares árticos, la morsa se vio por primera vez en trance de desaparecer como especie. Fue objeto de caza intensiva, sobre todo a causa del marfil de sus defensas, cuya calidad sólo es inferior al que se obtiene de los elefantes. Las morsas habitaban por la costa este de Norteamérica, hasta Cabo Cod, y en el Golfo de San Lorenzo. En esta zona, en los siglos XVI y XVII se mataron anualmente varios miles de morsas. En el siglo XIX no quedaba ni un solo ejemplar al sur de Labrador. En busca de colonias de morsas todavía no descubiertas, los cazadores fueron internándose en regiones más y más remotas. Puede dar una idea de las proporciones de las matanzas el hecho de que sólo entre 1925 y 1931 fueran cazadas en Baffinland, isla del Ártico canadiense, alrededor de 175.000 morsas. La morsa del Atlántico estuvo por este motivo al borde de la extinción, y, por motivos que se desconocen, sus poblaciones siguen sin recuperarse: sólo subsisten hoy 15.000 morsas del Atlántico, una fracción mínima de la población original.

La morsa ataca al hombre si éste la hostiga, y se sirve de sus grandes colmillos en la lucha. Ha sido un animal muy perseguido, por su piel y su grasa, y para evitar la desaparición de la especie, se ha prohibido su caza. Solamente los esquimales tienen autorización de cazarlas, para su supervivencia.

Para los inuit, la morsa ha tenido desde la antigüedad un importante significado religioso. Además, ha tenido un papel decisivo en todos los ámbitos de la vida de este pueblo, ya que de ella obtenían carne y aceite, y sus colmillos, tanto como el resto de sus huesos, les proporcionaron un inapreciable material de construcción en un clima en el que los árboles son muy escasos la carne la destinan a sus perros y emplean la piel para la construcción de tiendas, embarcaciones, cuerdas; y los intestinos extendidos y secados son usados como cristales, pues su transparencia deja entrever y pasar la luz del sol; los estómagos de morsa con moluscos son todavía hoy considerados una exquisitez. La caza de la morsa llevada a cabo por los inuit, sin embargo, era de mera subsistencia y no supuso ningún peligro para la especie. Todavía hoy se permite a los inuits cuotas regulares de caza de subsistencia en Canadá, Rusia y Groenlandia.


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